A pocos metros de la entrada al Vaticano, se encuentra el Castillo de Sant’Angelo.
El edificio fue concebido inicialmente como Mausoleo del emperador Adriano (117-138), pero su sólida estructura y su posición estratégica le han hecho jugar un papel decisivo en las interminables luchas por el dominio de la ciudad.
Fortaleza inexpugnable donde se podían resistir los asedios durante meses, ningún invasor podía proclamarse dueño de Roma hasta que no hubiera rendido Sant’Angelo.
Además de fortaleza, ha servido también como palacio, donde los Papas pasaban largas temporadas en tiempos revueltos.
Por eso cuenta con estancias nobles, enriquecidas con elegantes frescos renacentistas. Más tarde sirvió como cárcel, cuando pasó a manos del Estado Italiano, y desde 1925 alberga el Museo Nazionale del Castel Sant’Angelo.
El castillo
El Castillo de Sant’Angelo está dividido en cinco plantas a las que se accede a través de una rampa en espiral que lleva primeramente hasta la cámara de las cenizas y posteriormente hasta las celdas en las que permanecieron encerrados algunos personajes históricos.
Avanzando hacia la parte superior del castillo se pueden visitar diferentes estancias que funcionaron como residencia Papal, decoradas con frescos de la época renacentista conservados a la perfección, además de las extensas colecciones de armas.
En la planta superior está situada una gran terraza desde la que se pueden obtener valiosas fotografías de la ciudad desde las alturas.
Qué ver en el Castillo de San Angelo
Hoy en día el edificio se levanta en toda su grandeza, dando a los visitantes una vista impresionante de esas que te cortan el respiro.
En su interior encontrarás un museo de antigüedades de diferentes épocas. También puedes hacer visitas guiadas al interior del edificio.
Puente Sant’Angelo
Su primer nombre fue “puente Aelio (Elio)”. De hecho fue el emperador Publio Aelio Adriano quien lo hizo construir entre 130 y 135 d.C., al arquitecto Demetriano.
Fue pensado como acceso al mausoleo del emperador. Durante la Edad Media también tomó el nombre de “puente de San Pedro”. Era, en efecto, el único acceso directo para llegar a la basílica de San Pedro desde la ciudad.
Nicolás V construyó en el puente dos pequeñas capillas expiatorias. Recordaban un accidente provocado por unos caballos desbocados. El hecho sucedió durante el Jubileo de 1450 y murieron unos 200 peregrinos. En 1533 Clemente VII ordenó la demolición de las capillas, dañadas durante el saqueo de Roma, siendo sustituidas por las estatuas actuales de San Pablo y San Pedro.
En los años 1668-1669 Bernini llevó a cabo una restauración general del puente por orden de Clemente IX. A las dos estatuas ya existentes se les unieron otras diez que representaban ángeles con los símbolos de la Pasión de Jesús.
Dos de ellos, los que sujetan la “corona” y el “cartel”, fueron esculpidos en mármol por el propio Bernini. Siendo considerados demasiado hermosos para quedar expuestos a la intemperie fueron sustituidos por copias. Los originales los podemos ver hoy en la iglesia de San Andrea delle Fratte.
El puente pasó de los tres arcos originales a los cinco de la actualidad tras las obras para la construcción de los muros de contención del río Tíber.
Experiencia
Castillo que nos gusta más por fuera que por dentro. Por fuera es impresionante desde cualquier vista. Desde el puente es la mejor vista. Uno de los edificios más emblemáticos de Roma y es aconsejable su visita.
Al ser un una zona semipeatonal se puede pasear sin problemas por los alrededores. A menos de 500 metros de la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Ubicación
Lungotevere Castello, 50.
Horario
De martes a domingo: de 9:00 a 19:00 horas.
Precio 2018
Adultos: 10,50€.
Ciudadanos de la UE entre 18 y 24 años: 7€.
Transporte
Autobús: líneas 23, 34, 49, 64, 87, 280, 492, 926 y 990.